POR JOSÉ ARIAS

SANTO DOMINGO. Ricardo Arjona es un objeto oscuro del deseo que a cada segundo intentan «asesinarlo» a a punta de tuits provenientes de sus haters más asiduos de las redes sociales. Un enemigo íntimo que ha «muerto» varias veces sin que al parecer la víctima de tanta calumnia se moleste.

Otras veces,  Arjona es la adoración de féminas y masculinos  que no reparan en colocarlo en el firmamento de los sex symbols de Latinoamérica sin importar, como reiteran sus adversarios, que Arjona compone y canta canciones «simplonas, vacuas y con aspiraciones de filosofía barata versión kiosco de supermercado».

Un  fantasma que cobra millones de dólares, un hombre  que se mueve entre el amor y el odio con gran facilidad. Un producto, aunque ya veterano, propio de esta civilización del espectáculo de la que pregona el Premio Nobel Mario Vargas Llosa.

Lo cierto es que llenó a tope el Palacio de los Deportes de Santo Domingo en un concierto propio de su nueva gira «Viaje World Tour 2015”, El guatelmateco a su llegada al país en su jet privado confirmó su regocijo de estar entre los dominicanos.

La mecánica lírica y conceptual de sus canciones es la mar de previsible: amor, política, leyendas urbanas, inequidad y clasismo, racismo y discriminación de género, siempre en plan fáciloide, hiperdigerible y apto para todos los públicos.

Sin embargo ¿esa no es la clave del triunfo en el Siglo XXI? Lo banal y lo desechable . Como los tuits y los posts en las redes sociales. Como las fotos de Instagram: ahora estoy y zaaaaaaas, ahora no estoy.
Así es Arjona. Estoy pero no estoy. Existo, ergo canto lo que me da la gana y los que ustedes están esperando.

No todos somos Sabina ni Serrat, mucho menos Silvio. El mundo de hoy está en todos los clics del teclado. Leer es una herejía.

¿Por qué pedirle a Arjona  en tiempos de esta vida kleneex, hiperconectada y ramplona que sea un Aristóteles de la composición?

Total, a nadie le importa la sustancia ni la semilla. Mañana estamos y al otro día navegamos en un bit sin ton ni son.

Arjona, tu a lo tuyo…