Los residentes de Nueva Inglaterra azotados por una ventisca que dejó cantidades de nieve a la altura de la rodilla y vientos huracanados limpiaban los restos de la tormenta mientras habitantes en Nueva York y otras zonas mostraron su indignación preguntándose si las previsiones fueron exageradas.

La tormenta enterró el área de Boston en más de 2 pies de nieve y sufrió vientos que superaron las 70 millas por hora. Aunque Filadelfia, Nueva York y Nueva Jersey estaban alerta por nevadas que podían acumular 1 o 2 pies, la ciudad de Nueva York registró menos de 10 pulgadas y Filadelfia apenas 1 pulgada. En Nueva Jersey cayeron hasta 10 pulgadas.

La diferencia entre la previsión y lo sucedido en realidad dejó a los meteorólogos disculpándose y a los políticos defendiendo sus prohibiciones casi totales sobre desplazamientos.

El gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, y el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, defendieron las restricciones que impusieron sobre los viajes.