Llegó al Sunrise Hospital de Las Vegas con su vida dependiendo de un milagro. Los médicos se dieron cuenta pronto que su pronóstico sería dramático y que no se trataba de una simple herida: una de las miles de balas disparadas por Stephen Paddock la noche del 1 de octubre se alojó en su cabeza. Por eso había que actuar con rapidez, aunque sabían que quizás todo podría ser en vano.

Tina Frost, de 27 años, había ido como otras 22 mil personas al Route 91 Harvest Festival, frente al Mandalay Bay Resort & Casino de Las VegasNevada. Súbitamente, cuando los disparos provocaron una estampida sintió brevemente un puntazo en su cabeza. Luego cayó y ya no pudo levantarse. Un hombre la ayudó en un principio hasta que su novio, Austin Hughes, la trasladó junto a las fuerzas de seguridad a un centro médico. Su estado era desesperante.Al ingresar al quirófano, sus heridas eran tan graves que los cirujanos debieron sacarle su ojo derecho donde se había alojado la bala para poder salvarle la vida. Era la única opción que tenían. También tuvieron que sustraerle un pedazo de su hueso frontal para que el cerebro de Tina pudiera expandirse. Tras la operación, la joven permaneció en coma y con respirador mecánico. No podía hacerlo por sus propios medios y ahora sólo restaba esperar.

De inmediato, su madre Mary Moreland, comenzó una campaña para informar a sus familiares y amigos el estado de salud de Tina y recaudar fondos para lograr solventar los gastos médicos futuros. La recuperación -si la habría- sería larga y traumática. Y había que estar preparados. Pero los médicos no eran optimistas. Los signos de mejoras no eran contundentes y no podían garantizar el estado en que se encontraría en caso de poder salir del estado comitoso.

En la posición de Tina había otras decenas de personas. Los cirujanos repetían una y otra vez el mismo mensaje a familiares, amigos y medios de comunicación que se agolpaban en la puerta del Sunrise Hospital para conocer actualizaciones de los partes médicos de aquellos que se estaban recuperando. Anunciaron que algunos no se recuperarían jamás de sus heridas y las consecuencias que éstas tuvieron sobre sus cuerpos.

Pero de un momento a otro, el caso de Tina Frost comenzó a llamar la atención de los cirujanos que la atendieron y de todo el personal del centr médico de Las Vegas. Ex jugadora de fútbol y graduada de la Secundaria Arundel en 2008, la joven inició un proceos de recuperación inédito para la gravedad que revestía en un tiempo récord. Lentamente comenzó a respirar por sus propios medios, la retina de su ojo izquierdo presentó buena dilatación, sus riñones e hígado entraron en funcionamiento, movía las piernas, los pies y los dedos cuando se lo pedían las enfermeras… todo en el lapso de pocos días.

Pero el viernes pasado, ocurrió lo inesperado pese a los avances espectaculares y los indicios que la vida de Tina estaba más cerca de recuperarse. ¡Despertó! ¡Y caminó! Fueron seis pasos en total que provocaron la emoción no solo de las enfermeras que la contenían en cada uno de sus avances, sino también de médicos y familiares que veían asombrados lo que ocurría con la deportista.

Keith Blum, neurocirujano que la atendió confiaba en las habilidades y conocimientos de su equipo, pero prefirió ir más allá luego de ver la recuperación de la joven de 27 años. «Fue milagroso. Simplemente no sabes hasta dónde puede llegar alguien«, indicó el profesional.

Ahora, están viendo de trasladar a Tina a otro hospital. Uno más apropiado para su recuperación de corto y largo plazo. Hasta el momento, la familia lleva recaudado más de medio millón de dólares que fueron donados por anónimos que demuestran a diario que puede haber mil Paddocks dando vuelta, pero que ninguno podrá desterrar lo más preciado de la sociedad: su solidaridad cuando alguno de ellos está en peligro.