SANTO DOMINGO. El ex presidente Hipólito Mejía no debió presentarse como precandidato presidencial por el Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Ayer domingo fue derrotado por Luis Abinader (70-30 según el primer boletín emitido por la comisión organizadora ) durante una convención con fallos pero sin incidentes ni muertos ni heridos que contar.
Ya sus desfases histriónicos no suman sino que restan. Gobernar un país asolado por la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia y la baja calidad de la vida diaria requiere de mucha seriedad y voluntad para enderezar este barco que se hunde.
Le llegó su hora a Mejía. El escenario político en la República Dominicana de cara a las elecciones generales del 2016 se torna complejo. Mejía no encaja en ese escenario.
Pese a que Luis Abinader no tiene experiencia de Estado y es realmente un acertijo a descifrar, sin embargo, representa “lo nuevo” dentro esa organización política.
La gente se agarra del primer palo si el agua le llega al cuello, claro, sin desmeritar a Abinader, es una constante en la historia republicana que la gente vota “por lo menos malo” o por desconocidos con una linterna en la mano que promete “iluminar el camino”.
El PRM , un desprendimiento doloroso del Partido Revolucionario Dominicano, todavía acoge a los viejos robles.
Figuras políticas que se acercan a los 80 años y que ya no representan a la República Política de hoy, tan viciada y endurecida de corazón.
Debió retirarse a tiempo y no permitir esta derrota que lo coloca en una posición de tosudez.
Pero en Dominicana nadie se retira, solo la muerte.