«La diferencia entre las nalgadas y el abuso es una especie de zona gris».

Todos hemos sido pequeños monstruos en algún punto de nuestro pasado. Es posible que nuestros papás hayan escogido diferentes formas de disciplinarnos en algunos momentos, pero el dolor de una nalgada, un golpe o una buena tunda es algo que muchos de nosotros también recordamos como respuesta a una actitud indisciplinada por nuestra parte. Las encuestas muestran que dos tercios de los padres estadounidenses le han dado nalgadas a sus hijos como una táctica de disciplina, aunque su efectividad y resultados han sido objeto de debate durante mucho tiempo.

La mayoría de los psicólogos y médicos ahora están de acuerdo en que los niños a los que les dan nalgadas podrían ser lastimados, y no solamente en un sentido físico. Es probable que los niños que reciben nalgadas se vuelvan aún más rebeldes, según estudios de investigación. Además, pueden desarrollar relaciones más distantes con sus padres y también puede que confundan los límites entre el amor y la agresión física en la medida que se vuelven adultos, dice Jeff Temple, profesor de psiquiatría en la Universidad de Medicina de Texas en Galveston.